En mi viejo pueblo, había una vieja iglesia, con un viejo campanario,
que a la una, dos, tres, cuatro, cinco y seis horas rompía los sueños, sin la
posibilidad de continuar amando a quien amas, sin llegar a rescatar a la
princesa, sin ese trabajo que deseas, sin el dinero que necesita, sin ese
título universitario que tus padres te piden, sin concluir ese mitin que
encabezas, así que lo más prudente es volver a soñar en algo distinto.
Pero los trozos de esos sueños se baten como en una receta de galletas, y
si te esfuerzas un poco, lograras tener sueños híbridos, ¿y que son los sueños
híbridos?, la simple mezcla de:
Era una vez … dos jóvenes cuyo amor podía percibirse a través de sus
miradas y cuando sus labios se iban
tocar en un eterno beso, una princesa arrojada a las garras de un temible
dragón que se escondía en los sótanos del palacio, gritaba para ser rescatada,
ese joven apuesto (en los sueños nuestras imperfecciones no cuentan) presuroso
y tras una batalla que podría ser detallada solo por los dioses, dio muerte al
dragón, y el pueblo le aplaudió pero no le dio el trabajo de gerente, ni de
director, menos de jefe de su área, y lo que más le preocupaba era esa renta de
su departamento, al cual, cuando iban sus padres no faltaba el recordatorio de
ese título universitario que no había logrado todavía, pero para que un título
si él era el gran líder que encabezaba una marcha en contra de las injusticas
(tomen cualquiera.. al fin hay muchas), y cuando la proclamación del pueblo iba
a irrumpir la calma de los cielos …
Un viejo campanario rompe de nueva cuenta mi sueño, así que lo más
prudente es volver a soñar… aunque sean sueños híbridos.
Fraternalmente,
Ulises Pantoja Baranda
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