miércoles, 5 de marzo de 2014


Decálogo del orador.
En memoria del maestro José Muñoz Cota.

La palabra en espiral se eleva y va tomando fuerza y altura… mientras sus vientos internos quieren escapar de su núcleo… la palabra del hombre se forja con su espíritu, con sus virtudes pues sabe que “Hablar en público, y hablar bien es un privilegio; pero al mismo tiempo una responsabilidad”, eso lo sabia nuestro maestro José Muñoz Cota, quien como digno ejemplo, vivió conforme a su verbo… convenció con el ejemplo, encabezo una revolución humanista, rodeado de jóvenes virtuosos, entusiastas, libres.
La palabra construye pasajes de libertad, amor, confianza y por ello “El orador señala caminos; tiene el compromiso de no equivocarse”, cuando un hombre honra su palabra, será un hombre honorable, distinguido y cuya probidad será acompañada por aquellos que han despertado.
El orador deberá estudiar, beber de la fuente del conocimiento, sembrar en su mente la semilla del discernimiento y regarla con gotas de pericia, prudencia, talento e intuición, pues la inopia cultural e impericia oratoria solo te llevará al fracaso, “Que no hable quien no sepa lo que dice. La cultura universal no es un instrumento para el éxito del discurso; es el alma de la palabra, la tribuna no es asilo para la ignorancia”.
Fuerte es el gis con que el maestro plasma el conocimiento… con las manos llenas de experiencia, el maestro da forma a sus palabras, es el constructor de los cimientos de jóvenes ávidos de conocimiento, así es el orador quien como “El artesano hábil cuida sus herramientas de trabajo; el orador estudia y pule su lenguaje. Abreva en el modelo de los grandes maestros”.
Hay que convencer seduciendo a las palabras, enamorando al cielo para alcanzarlo, hay que hablar con franqueza sin descuidar la gallardía y delicadeza del verbo, porque “Todo fondo implica forma; no hay discrepancia. La verdad no está reñida con la belleza. Persuadir y conmover son tiempos unidos del estilo discursivo”.
Cuando se altera la fluidez del espíritu: tu palabra se traba, se tropieza, se frena… cae en un pantano… cuando tu palabra traiciona a tu ser te vuelves un ser vil, sin honor ni palabra, “Los enemigos de la oratoria son los tartamudos de la conciencia. Pensar y expresarse son partes de la vida indivisible y única”.
No dejes que tu espíritu se transforme en un ser obscuro y vil, pues como orador “Tarde o temprano el orador habla en nombre de su patria y se transforma en guía, en orientador, en maestro”, ese es el honor más grande que un hombre puede tener.
Así como cultivas el conocimiento “La conciencia nacionalista se manifiesta mediante la expresión. Conciencia y expresión son ejercicio vital”, siempre actúa pensando en el bien común de tu nación.
Pablo Neruda escribió:
no sé quien eres, pero
una cosa te pido,
no te vendas.
...
No, aire,
no te vendas,
que no te canalicen,
que no te entuben,
que no te encajen,
ni te compriman,
que no te hagan tabletas,
que no te metan en una botella,
cuidado!  

Así “La oratoria de los jóvenes es el espejo de su personalidad; ni se empeña ni se vende”.
La tribuna se vuelve un templo que cubre con sus paredes las palabras del orador, se vuelve un lugar sagrado… por ello “No subas a la tribuna sin una causa justa que defender; no bajes de ella, sin la certidumbre de la dignidad cumplida”.
Con esto sabrás, joven orador, que la palabra entraña el valor de la propia estimación; que la palabra nace comprometida con el pueblo y a la clase social a que pertenece. Es un don magnífico; pero es una obligación impostergable. 

Fraternalmente,

Ulises Pantoja Baranda

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